A pesar de la escasez de datos consolidados, existe una serie de indicadores que confirman un significativo incremento de la práctica del chemsex en España. El chemsex es el uso intencionado de drogas para tener relaciones sexuales durante un largo periodo de tiempo. Nuestro país, según la encuesta EMIS-2017, se encuentra entre los de mayor incidencia de esta práctica en Europa.
Según un estudio presentado por investigadores españoles en el XIX Congreso de la Sociedad Clínica Europea de Sida (EACS), celebrado en Varsovia en octubre, la prevalencia del uso sexualizado de drogas entre gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBMSM) con VIH asciende al 29%.
El estudio, en el que han participado 424 personas, revela que una cuarta parte practica chemsex, y que la prevalencia del riesgo de consumo problemático de drogas asciende al 80%. El trabajo, coordinado por Pablo Ryan, especialista del Hospital Universitario Infanta Leonor, asegura que el consumo de drogas y el consumo de determinadas drogas recreativas se asocia a puntuaciones más altas en escalas de salud mental como ansiedad, depresión, TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) e impulsividad.
Otro informe, publicado por Madrid Salud en febrero de 2023, entre enero de 2021 y julio de 2022, indica que en la comunidad se atendió a 351 personas con adicción al chemsex. Esta cifra supone un 602% más que en 2017 y 2018, cuando sólo se atendió a 50 desde los servicios especializados del Ayuntamiento de Madrid. La Agencia de Salud Pública de Barcelona recoge un aumento similar, al pasar de poco más de un 1% de casos registrados en el Sistema de Información de Drogas de Barcelona en 2016 a casi un 5% cuatro años después.
Entre enero de 2021 y julio de 2022,en la comunidad de Madrid se atendió a 351 personas con adicción al chemsex. Esta cifra supone un 602% más que en 2017 y 2018.
Por su parte, Jorge Garrido, director de la oenegé Apoyo Positivo, confirma que la entidad «ha aumentado desde 2015 un 40% los servicios globales para garantizar la respuesta a esta situación».
Las razones que hay detrás del aumento de este fenómeno son múltiples, y no sólo la búsqueda de experiencias más intensas que ofrece el uso de drogas en el contexto sexual. “También es un fenómeno que está muy vinculado al estigma asociado a la identidad sexual, porque se genera un espacio anónimo de desinhibición que permite desconectar de sentimientos negativos, al menos temporalmente, especialmente en la población con VIH. A esto se le puede sumar que ha disminuido la percepción de riesgo al VIH con la introducción de herramientas de prevención”, afirma Beatriz Álvarez, médico especialista de enfermedades infecciosas en la Fundación Jiménez Díaz.
Más allá de estos datos epidemiológicos y descriptivos, la realidad del chemsex es compleja. Garrido insiste en que el problema es anterior: “El aumento del chemsex es una consecuencia, no el problema de base». El director de Apoyo Positivo considera que el chemsex «envuelve consecuencias de la violencia y la discriminación ejercidas hacia determinadas personas a lo largo de su infancia y años posteriores, en este caso especialmente personas HSHGB, personas con VIH y otras diversidades”.
Las soluciones, por tanto, también requieren ir más allá. Lo dicen todos los expertos consultados. “El chemsex no puede ser tratado como otras adicciones ya conocidas. No es sólo una adicción a sustancias, no es sólo una adicción al sexo: es un fenómeno más complejo que requiere de diferentes perspectivas para abordarlo. Necesitamos una mayor inversión en salud mental, en tratamiento de adicciones y en recursos comunitarios que dan respuesta especializada a este fenómeno”, afirma Garrido. Que añade: “No todos los usuarios tienen un patrón adictivo”.
Ramón Morillo, especialista en Farmacia Hospitalaria del Hospital San Juan de Dios de Sevilla, pone de relieve aspectos parecidos. Para Morillo, el abordaje del chemsex requiere “coordinación entre los profesionales de las áreas implicadas (salud mental, adicciones, salud sexual…). Desde la perspectiva sanitaria, en determinados perfiles de usuarios potencialmente candidatos, habría que tratar el tema en consultas de forma periódica”.
“El abordaje del chemsex requiere “coordinación entre los profesionales (…) Desde la perspectiva sanitaria, en determinados perfiles de usuarios potencialmente candidatos, habría que tratar el tema en consultas de forma periódica”
Ramón Morillo
especialista en Farmacia Hospitalaria del Hospital San Juan de Dios de Sevilla
De la misma opinión es la doctora Álvarez. El chemsex no tiene una solución simple. “Se entrelaza con cuestiones de salud, sociales, psicológicas y culturales. El abordaje debe ser multidisciplinar y multidimensional”, subraya. Se refiere a conjugar medidas que comprendan intervenciones no solo a nivel individual sino también interpersonal y comunitario. “Todo ello debe abordarse en un modo respetuoso y libre de prejuicios”, añade. Morillo cree que la solución, aunque muy compleja, supera lo estrictamente sanitario y “pasa ineludiblemente por la concienciación y la información veraz y rigurosa sobre los riesgos y el peligro del uso del chemsex. Es necesario llegar a través de los canales y referentes que ellos usan, como las redes sociales o personajes famosos”.
El chemsex, por la naturaleza misma de combinar drogas psicoactivas con actividad sexual, puede dar lugar a formas complejas de dependencia. “No sólo estamos hablando de una posible dependencia química a las sustancias utilizadas sino también de una dependencia psicológica relacionada con la intensidad y la euforia de las experiencias sexuales potenciadas por estas drogas”, expone Álvarez. Junto con el consumo de drogas, en el chemsex también se relacionan otras prácticas que pueden contribuir a una adicción múltiple. Como señala Morillo, “la participación en actividades sexuales compulsivas y el uso intensivo de aplicaciones a menudo hace que sea difícil clasificar un sólo trastorno adictivo”.
“El Chemsex se entrelaza con cuestiones de salud, sociales, psicológicas y culturales. El abordaje debe ser multidisciplinar y multidimensional, y debe abordarse en un modo respetuoso y libre de prejuicios”
BEATRIZ ÁLVAREZ
MÉDICO ESPECIALISTA DE ENFERMEDADES INFECCIOSAS EN LA FUNDACIÓN JIMÉNEZ DÍAZ
El especialista explica que, actualmente, se considera que un trastorno por consumo de sustancias puede ser leve, moderado o grave “sin necesidad de que exista una dependencia física”, y que hay que tener en cuenta que su aparición no tiene por qué ser inmediata, ya que puede surgir en cuestión de semanas o meses. Garrido apostilla: “Urge también una reflexión profunda sobre los modelos de ocio, el abordaje de sustancias en nuestra sociedad y su implicación en éste y en la salud sexual, y, con ello, trazar respuestas comunes e integrales, libres de estigma, accesibles, que prioricen los derechos de las personas, incluidos los derechos en salud y placer”.
Álvarez tiene claro que el primer paso es reconocer el chemsex como un problema de salud pública. Con esa premisa, “debemos adoptar un enfoque proactivo en lugar de simplemente reactivo. Es importante identificar precozmente el consumo problemático y crear espacios de confianza que permitan una comunicación abierta”, dice.
La práctica del chemsex está asociada con prácticas de riesgo que pueden facilitar la transmisión del VIH y otras ITS (Infecciones Transmisión Sexual). La frecuencia de ITS en personas que practican chemsex suele ser alta. “En nuestro estudio Aproximación al Chemsex en España, la gonorrea, la sífilis y la clamidia son las más comunes, están presentes entre un 30-40% de las personas encuestadas”, apunta Jorge Garrido, director de Apoyo Positivo. En algunos casos se repiten en más de una ocasión en un mismo año, lo que hace que sea una de las complicaciones más frecuentes en esta práctica.
La doctora Beatriz Álvarez observa también la situación desde la consulta: “En particular, el chemsex supone actualmente uno de los principales obstáculos para alcanzar la erradicación de la hepatitis C”. El fenómeno se observa cada vez más también en las salas de Urgencias. Para el doctor Guillermo Burillo, coordinador del Grupo de Toxicología de SEMES, “alrededor del 30% de los pacientes VIH positivos practica el chemsex, mien-tras que el slamming (uso añadido de dro-gas intravenosas) se da en el 16% de ellos”. “Se calcula que la práctica del chemsex puede triplicar el riesgo de infección por VIH y hasta duplicar el riesgo de ITS como clamidia y gonorrea, y se relaciona con un 80% de las seroconversiones por VIH”, destaca.
El chemsex puede tener implicaciones serias en la salud mental. En primer lugar, el poder adictivo de la práctica en sí. El consumo de algunas sustancias psicoactivas como la mefedrona o metanfetaminas, o el uso combinado de varias de ellas puede crear dependencia física y psicológica, “pero si todo ello se realiza en un entorno sexual se suma el poder adictivo de ambas actividades lo que genera mayor impacto.
A largo plazo, la participación frecuente en sesiones de chemsex puede llevar al aislamiento social, exacerbando sentimientos de soledad, exclusión o autoestima, especialmente si hay sentimientos de vergüenza o culpa asociados a estas prácticas”, afirma Álvarez. Morillo es explícito en materia de interacciones: “Algunos de los tratamientos para el VIH pueden interaccionar con ciertas drogas utilizadas en el chemsex, modificando la manera en que se metabolizan, lo que puede producir potencialmente una sobredosis”.
La doctora Álvarez concluye: “En mi opinión el chemsex puede presentar varios desafíos: el aumento de ITS, los problemas de salud mental como episodios psicóticos, depresión o ansiedad; y la capacitación de los profesionales”.