Uno de los principales problemas relacionados con el estigma es el estigma interiorizado o autoestigma. Las personas que viven con VIH tienden a acentuar el estigma social realmente existente y en muchas ocasiones se miran a sí mismas con desprecio, vergüenza o culpa. Esta autopercepción negativa puede conducirles al aislamiento y a la depresión.
El autoestigma tiene un impacto negativo demostrado tanto en la salud psicológica de la persona como en su bienestar. Menor autoestima, menor apoyo social percibido, peor adherencia al tratamiento, ansiedad, estrés y depresión… pueden ser consecuencias directas del estigma interioridad.
No contar que se tiene VIH por miedo al rechazo es otra derivada del autoestigma: entre el 80% y el 90% de las personas que viven con el virus en España sólo revela su estado en contadas ocasiones, y muchas casi nunca o nunca.
Diversas investigaciones relacionan el VIH con una baja autoestima y una mayor dificultad de crecimiento personal, hasta el punto de que las personas con el virus creen que van a perder amistades o pensar que los demás les van a evitar.
La resiliencia es la capacidad que una persona tiene de enfrentarse a la adversidad y responder, adaptarse o sobreponerse a ella. Es un factor decisivo para superar el estigma y puede marcar la diferencia entre adaptarse y vivir plenamente con VIH o sucumbir.
Por sus características, la infección por VIH hace más difícil la resiliencia. La motivación, el manejo de la enfermedad (que incluye los autocuidados) y el control de la propia vida son pasos importantes para desarrollar resiliencia y combatir el estigma.
Referencias y Bibliografía