Antirretrovirales: robustez para minimizar olvidos y resistencias

En el tiempo de la pandemia, José Luis Blanco se muestra moderadamente optimista por lo que se refiere a los objetivos marcados por ONUSIDA para 2030: “Si somos capaces de retomar el trabajo que veníamos haciendo, especialmente en diagnóstico y prevención, con una amplia implementación de la PrEP, los alcanzaremos en 2025”. 

Sin embargo, su preocupación es el ‘cuarto’ 90 o 95. En este punto, sí muestra algunas dudas: “El objetivo en el que más tenemos que trabajar es ese “cuarto” 90/95, que es el que recientemente se ha añadido, y que está relacionado con la calidad de vida, la discriminación y la protección legal de las personas seropositivas”.

El especialista de la Unidad de Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona reconoce que la COVID-19 lo está eclipsando todo o casi todo, aunque en unos países y en unas poblaciones más que en otros. “Como pasa siempre, los países con menos recursos tienen menos herramientas para enfrentarse a retos como éste. Los más vulnerables son los más afectados en situaciones límite”, denuncia.

Con todo, Blanco reconoce que en nuestro país, como en otros países de nuestro entorno, no se están dando ni situaciones de desabastecimiento ni mayor dificultad de acceso a la medicación.

Y que la adherencia, en general, no se ha visto significativamente afectada: “Las farmacias disponen de stock de medicación y se han adaptado muy bien facilitando su envío a los pacientes por vías alternativas. Es cierto que la pandemia, como cualquier otra situación de intenso estrés, puede condicionar la adherencia a personas con peor tolerancia a estas circunstancias, pero creo que han sido una minoría”.

A juicio del también miembro del Grupo de Investigación del Sida (IDIBAPS) del Clínic, los antirretrovirales han avanzando muchísimo, y no solo en comodidad, tolerancia o menos efectos secundarios, sino también en robustez. Esto se antoja decisivo para contrarrestar ‘olvidos’, es decir, una menor adherencia. Es lo que se conoce como ‘forgiveness’ o ‘dosis de perdón’.

“Cuanto más robusto es un tratamiento, más permite que ante un olvido no se produzcan fracaso virológico y selección de resistencias”, subraya. Preguntado sobre la disponibilidad de estos tratamientos con alta capacidad de ‘perdón’, Blanco asegura que está “garantizada”, si bien no todas las pautas existentes tienen la misma capacidad: “Desde el punto de vista de los resultados en ensayos clínicos, en los que la eficacia se valora en población seleccionada,durante un tiempo limitado y en un análisis de no inferioridad, no se han visto diferencias entre esquemas con diferentes ‘forgiveness’. Pero la lógica nos dice que en poblaciones menos seleccionadas y, en especial, en pacientes menos adherentes, se podría evidenciar la diferencia. Más que por otros factores, la adherencia viene condicionada por el número de comprimidos, la facilidad de su toma y, a largo plazo, la tolerancia al mismo”.

En un contexto tan difícil como el que vivimos, José Luis Blanco, que coordinó en 2020 el estudio ‘COVIH-19’, promovido por GeSIDA y la Fundación SEIMC, pone de manifiesto que los fármacos de liberación retardada van a ser “una importante opción terapéutica en el futuro”, aunque no necesariamente aconsejable para todos los pacientes con VIH. 

“Una liberación continua de la medicación que permita unos niveles en rango terapéutico mantenidos deberá acompañarse de tolerancia, buen perfil de toxicidad y una sencilla administración. Los tiempos entre dosis y la existencia de otros fármacos con tiempos similares serán igualmente importantes. Otro factor limitante van a ser las interacciones con otros fármacos”, explica.

Referencias y Bibliografía