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El reto de envejecer con VIH

Marisol tiene 60 años, es seropositiva y vive en primera persona un envejecimiento acelerado. “Desde la menopausia caí en picado. Empecé con problemas vasculares. Envejezco antes, los achaques que otros tienen a los 60 yo ya los tengo. Es un cansancio infinito, no tengo energía para nada. Ando veinte metros y me canso, me falta el aire”, se lamenta

OCTUBRE 2021

Marisol ahora mismo está en paro. Ha solicitado la incapacidad, pero no se la conceden. Le preocupa lo que le va a quedar de jubilación, es muy difícil que pueda volver a trabajar. Tiene pendiente una operación. Los médicos le dicen que conlleva demasiados riesgos, pero ella cree que tiene algo que ver con que es seropositiva. “Les digo que firmo lo que sea para que me operen, necesito volver a trabajar”, insiste. Nuestra protagonista cuenta que no conoce a nadie de los de su generación con VIH que haya trabajado. “A todos nos concedían la pensión contributiva, pero yo renuncié a ella porque quería trabajar, tener una vida normal”.

Los nuevos tratamientos antirretrovirales han permitido igualar la esperanza de vida de los personas con VIH a la de la población general. Pero la comunidad médica trata ahora de averiguar de qué manera hacer frente a un envejecimiento acelerado.

En los últimos diez años el porcentaje de pacientes con VIH mayor de 50 años ha pasado del 8% a más del 50%. Los modelos de predicción señalan que en 2030 la cifra alcanzará el 75%. Se hace imprescindible, por tanto, un abordaje global.

José Ramón Blanco, médico del Hospital San Pedro y del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR) lleva años trabajando con este horizonte. “Lo que nos preocupa no es que se ganen años sino calidad de vida”, explica. Y es que los pacientes sufren las mismas patologías que la población general, pero las sufren antes: “A un paciente con VIH se le considera de edad avanzada a los 50 años, cuando para la población general el corte está en los 65”.

“A un paciente con VIH se le considera de edad avanzada a los 50 años, cuando para la población general el corte está en los 65. Lo que nos preocupa no es que se ganen años sino calidad de vida”

José Ramón Blanco

Médico del Hospital San Pedro de Logroño y del Centro de Investigación Biomédica (CIBIR) de La Rioja

Blanco habla de “fragilidad”. Fragilidad entendida como el riesgo de una persona de padecer peor estado de salud que otra con la misma edad. Algo que tiene que ver con la debilidad, con la baja resistencia al esfuerzo, con la lentitud, con la baja actividad física, con la pérdida de peso… “Debemos al menos garantizar la autonomía de estas personas”, concluye.

A juicio de este especialista, es imprescindible emprender un abordaje global del VIH, lo que significa sobre todo que atención primaria, geriatría y farmacia, entre otras áreas, trabajen coordinadamente. “No se puede atender este tema desde departamentos estancos. Con Primaria, debemos plantear un cambio de estilo de vida: dieta mediterránea, no al tabaco, vacunaciones, ejercicio… Primaria es también clave para evitar el diagnóstico tardío”, explica.

Y es que el VIH suele afectar mayoritariamente a gente joven, así que cuando se trata de gente mayor y sus síntomas coinciden con patologías asociadas a la edad es fácil que su diagnóstico se retrase. “No debemos olvidar que el 15% de los nuevos diagnósticos cada año corresponde a gente por encima de los 50 años”, recuerda

Blanco. Eso provoca que cuando el paciente llega a la consulta se encuentra en peores condiciones, por lo que su recuperación después del tratamiento suele ser más lenta. “Cáncer, problemas cardiovasculares, problemas renales, osteoporosis, deterioro neurocognitivo… Hay que frenar el envejecimiento de los pacientes”, insiste.

EL DATO

75%

En 2030, el 75% de las personas que viven con VIH tendrá más de 50 años.

La infección por VIH se relaciona con una alteración del proceso fisiológico del envejecimiento en la que probablemente actúan variables como una mayor prevalencia de factores de riesgo (como el consumo de sustancias tóxicas), la toxicidad de los antirretrovirales (TAR) o la inflamación crónica. El envejecimiento del sistema inmunológico, o inmunosenescencia, provoca la aparición de un mayor número de comorbilidades, entre ellas el cáncer. El de pulmón y el de colon son dos de los más frecuentes, a los que se añaden lo que están asociados a algunas infecciones víricas como la hepatitis, relacionada con el cáncer de hígado, o el virus del papiloma humano, relacionado con el cáncer cervical y anal.

El deterioro neurocognitivo es otra de las comorbilidades que preocupan a José Ramón Blanco, que se queja de la falta de marcadores útiles como cuestionarios o tests para una detección rápida. Por el momento, se llevan a cabo entrevistas muy largas que consumen un tiempo del que no disponen. “Necesitamos saber si el paciente presenta problemas de concentración, de memoria, de ejecución de actividades, insomnio, incluso dificultades con la actividad de marcha”, remarca. Blanco explica que los problemas cardiovasculares son también muy comunes. “Aunque controlamos la infección, siempre hay un estadio de inflamación de bajo grado que no da clínica, pero que hace que el organismo esté acelerado, que esté envejeciendo”.

Marisol ha vivido un cambio radical en el pronóstico de la enfermedad. “Cuando empecé a ver por la tele lo del VIH, yo ya intuí que lo tenía. No había tenido cuidado. Compartíamos jeringuillas. En aquel tiempo no se le daba importancia a eso”. Le diagnosticaron el virus cuando ingresó en prisión en Bélgica. Allí empezó con la medicación. “Tomábamos hasta 17 pastillas al día”, recuerda. También ha vivido una evolución del estigma, pero éste aún le pesa. “Todavía hay gente que piensa que le vas a infectar estornudando, o que tiene miedo de que te pinches o te cortes con algo y le vayas a infectar”. Por eso, siempre ha tenido mucho cuidado. “Sería muy triste que me dijeran que alguien se ha infectado por mi culpa. Ya sé que el médico dice que el virus está indetectable, pero yo sigo con el miedo…”.

El estigma sigue presente en las personas que viven con VIH más veteranas, y a menudo estas personas tienen dificultades para encontrar y acercarse a otra gente con la que compartir sus inquietudes. La soledad y el aislamiento son problemas muy preocupantes entre estos pacientes. Marisol ha tenido siempre buenos amigos que la han entendido y aceptado, pero le inquieta acabar en un residencia de ancianos siendo seropositiva. “Te aíslan, te ponen en un espacio especial que te estigmatiza…

En teoría no debería pasar, pero hay gente que es muy ignorante”, explica angustiada. “Hemos avanzado mucho en aspectos médicos, pero queda mucho camino por hacer a nivel social”, concluye José Ramón Blanco.

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