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El VIH aumenta en un 60% el riesgo de accidentes cardiovasculares

Con el aumento de la esperanza de vida y la cronicidad de la infección, la enfermedad cardiovascular ha pasado a ser una causa importante de morbilidad y mortalidad en los pacientes con VIH. “La edad casi nunca se ha relacionado bien con la supervivencia”, suele decir con ironía José Antonio Pérez Molina, médico especialista del Hospital Universitario Ramón y Cajal. Pero no sólo es una cuestión de edad. La infección por VIH aumenta un 60% el riesgo relativo de enfermedades cardiovasculares, según algunos estudios.

MAYO 2024

Eugenia Negredo, especialista del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona, se fija en los pacientes mayores, los que llevan muchos años con el virus a cuestas, para explicar la prevalencia. “Tuvieron largos periodos de tiempo con un estado inflamatorio sistémico muy alto y les tocó el uso de fármacos antiguos con un perfil metabólico malo, lo que son claros factores de riesgo cardiovascular. Además, muchas de estas personas también convivieron con hepatitis C hasta que dispusimos de fármacos eficaces para su erradicación. Esto también contribuía a la inflamación crónica”, explica.

Se estima que las personas con VIH presentan una edad biológica diez años mayor que su edad cronológica. En ellas, hipertensión arterial, diabetes (azúcar elevado en sangre) y aumento del colesterol se presentan de forma más temprana. Este tipo de enfermedades conlleva, al igual que en la población general que las padece, un riesgo elevado de sufrir enfermedad coronaria y cardiopatía isquémica (una enfermedad provocada por el estrechamiento de las arterias que van al corazón).

Pero hay más ejemplos. Los lípidos son causa de riesgo tradicional y, aunque los fármacos (que eran un factor de riesgo) han mejorado notablemente, se da una proporción importante de pacientes que tiene problemas con esos lípidos. O la hepatitis C, cuya prevalencia es elevada entre personas con VIH debido a que también es una infección de transmisión sexual, que es asimismo una fuente de inflamación crónica. Las personas que la sufren tienen mayor riesgo de dolencia coronaria.  Tampoco podemos olvidar la depresión. Se sabe que las personas que se encuentran deprimidas tienen mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. La prevalencia de depresión en personas con VIH es mucho mayor. Y podríamos seguir…

“Debemos ser más enérgicos en los cambios en el estilo de vida de la población con VIH”

Eugenia Negredo

Especialista del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona

Un estudio reciente pone de manifiesto algunas de las claves que explican por qué las personas con VIH tienen más del doble de posibilidades de sufrir un ataque al corazón, desarrollar alguna afección cardíaca o un trastorno relacionado con la formación de coágulos de sangre: una proteína presente en el VIH altera de manera permanente las células inmunes, de manera que provoca que reaccionen desproporcionadamente ante otros patógenos. Cuando esta proteína se introduce en las células inmunes, los genes en esas células asociados con la inflamación se activan, incluso cuando la proteína del VIH ya no permanece en las células.

Según los investigadores, esta memoria inmunológica de la infección original con VIH es la razón por la que las personas que viven con el virus son susceptibles de sufrir una inflamación prolongada, incluso a pesar de los tratamientos antirretrovirales, lo que incrementa su riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre otras comorbilidades. “La investigación pone de relieve la importancia de que médicos y pacientes reconozcan que la supresión o incluso la eliminación del VIH no elimina el riesgo de estas peligrosas comorbilidades», destaca Michael Bukrinsky, profesor de microbiología, inmunología y medicina tropical de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad George Washington y autor principal del estudio.

La prevención, clave

Fortalecer las medidas preventivas es, una vez más, fundamental para atenuar el riesgo cardiovascular y mejorar la calidad de vida de las personas con VIH. La doctora Negredo lo tiene claro. “La detección precoz y, mejor aún, la prevención son claves para reducir los eventos cardiovasculares. Pero esto sólo se consigue si trabajamos con grupos multidisciplinares que incluyan a personal del hospital y de atención primaria”, afirma contundente. A la vez, se lamenta: “El principal problema radica en la falta de tiempo y, en consecuencia, en la escasa dedicación a la prevención. El poco tiempo que disponemos con el paciente lo dedicamos a tratar los problemas que van apareciendo y no a prevenirlos. Por ello, es importante crear unidades o grupos multidisciplinares, y abordarlo de forma eficiente”.

Que la prevención funciona queda patente en algunos estudios realizados que incluso han mostrado una disminución de la incidencia del infarto de miocardio en comparación con la población general. Eso se explica por el empleo de mejores estrategias preventivas en las poblaciones con infección por el VIH.  El Plan Nacional sobre Sida, dependiente del Ministerio de Sanidad, recomienda, de hecho, determinar el riesgo cardiovascular de todos los pacientes infectados por VIH a fin de establecer las medidas de prevención necesarias para evitar posibles eventos cardiovasculares.

“El principal problema creo que radica en la falta de tiempo y, en consecuencia, en la escasa dedicación a la prevención”

Eugenia Negredo

Especialista del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona

Eugenia Negredo insiste en ir más allá. Para la especialista, “está claro que tratar el virus de forma inmediata tras el diagnóstico y la eficacia de los nuevos antirretrovirales, que tienen un buen perfil metabólico, han reducido el riesgo cardiovascular de forma clara. Pero debemos actuar en otros factores de riesgo muy frecuentes en esta población. Me refiero a ser más enérgicos en los cambios en el estilo de vida”.  Negredo expone que, entre la población con VIH, hay muchas personas fumadoras o con sobrepeso. “Cada día diagnosticamos más casos de esteatosis (acumulación de grasa en el hígado). Hay mucho consumo de drogas de uso recreativo, como la cocaína. Hemos he insistir en recomendar programas de ejercicio adaptado a cada persona según su perfil y hacer seguimiento para asegurar el éxito. Y con la dieta, igual: debemos recomendar dietas individualizadas y hacer seguimiento”. Conclusión: trabajar juntos para que las estrategias funcionen. “Debe haber un equipo detrás haciendo un seguimiento. Creo que el éxito radica en trabajar con grupos multidisciplinares que impliquen también a atención primaria, enfermería, nutricionistas…”

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