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Las mujeres, más vulnerables frente al VIH 

Las diferencias biológicas, sociales y culturales hacen que estén en desventaja. Tanto es así que las mujeres se diagnostican en España más tarde que los hombres y en peor situación.

ENERO 2025

Conforme han llegado los avances y se ha cronificado el virus, los esfuerzos se centran en la calidad de vida de las personas con VIH. Pero esta atención requiere de cierta personalización. No es lo mismo atender a personas que tienen el virus desde los primeros años de la pandemia que a jóvenes que lo han adquirido ahora. Tampoco es lo mismo ser migrante que haber nacido en España. Y, por supuesto, el abordaje del VIH tiene perspectiva de género.

Existen factores diferenciales en las mujeres con VIH que las hacen estar en desventaja. Por ejemplo, representaciones sociales y culturales construidas alrededor del cuerpo, la sexualidad y la capacidad reproductiva. Tanto es así que en España hay más diagnóstico tardío y en peor situación en mujeres que en hombres.

Afrontar esta situación es afrontar el estigma específico relacionado con la mujer. También requiere una formación que los equipos sanitarios y las organizaciones necesitan para atender a las mujeres con VIH. Más aún si la mujer es migrante. “Existen diferencias biológicas, sociales y culturales entre géneros que influyen en la vulnerabilidad al VIH y en el acceso al tratamiento y a la atención médica. La mujer está más expuesta a contraer la infección por VIH. Pero es que, además, el acceso al sistema sanitario y, por tanto, al tratamiento presenta mayores obstáculos en las mujeres, lo que puede retrasar el diagnóstico y tratamiento del virus”, asegura María José Crusells, especialista en Medicina Interna en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, de Zaragoza. 

“En muchas culturas, las mujeres que buscan hacerse pruebas de VIH pueden enfrentarse a juicios morales, discriminación o violencia, lo que las disuade de acudir a los servicios de salud”

María José Crusells

Especialista en Medicina Interna en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, de Zaragoza

Por todo ello, Crusells considera que incorporar la perspectiva de género en el abordaje del VIH puede mejorar las estrategias de educación y prevención, haciéndolas más efectivas. De la misma opinión es Cándida Álvarez, fundadora, presidenta y coordinadora de la Asociación Gallega de Afectados por el VIH/Sida (Agavih). “Cada persona tiene su propia historia en la que ha generado necesidades específicas”, cuenta. “La mujer tiene mayor vulnerabilidad frente al VIH desde una perspectiva cultural, fisiológica (proceso hormonal que transitamos durante toda nuestra vida) y por su rol de cuidadora en la sociedad, un rol que es designado o asume por cultura y por cualidades”, continúa.

Hay cosas que tienen que cambiar en el abordaje del VIH para tener una perspectiva de género, insiste la presidenta de Agavih. Por ejemplo, dice, “es importante incluir a todos los géneros en ensayos clínicos de forma igualitaria, y crear equipos multidisciplinarios que aborden todas las necesidades: endocrinología, psicología, psiquiatría, digestivo, urología, ginecología…”. Entre otras cosas, porque las mujeres con VIH padecen comorbilidades específicas y son más propensas a desarrollar enfermedades crónicas, como enfermedades cardiovasculares y diabetes, lo que puede complicar su tratamiento. Además, en la fase menopaúsica se incrementa de forma importante la prevalencia de diferentes comorbilidades metabólicas. 

Sin olvidar la reacción emocional. Ante el diagnóstico, es diferente en cada persona, pero, en general, las mujeres lo viven peor, coinciden los expertos. Para Crusells, “las mujeres tienen más riesgo de tener ansiedad o depresión a lo largo de su vida, “probablemente, porque hablan menos de su situación y, entonces, la viven con más sensación de culpa, tienen el estigma interiorizado. Esa presión trae ansiedad y depresión”.

Para integrar adecuadamente la perspectiva de género en el abordaje del VIH, la especialista ofrece algunas soluciones. Por ejemplo, comenzar por la educación y la sensibilización, capacitando a los profesionales de la salud sobre las diferencias de género. “Se podrían plantear diferentes estrategias, desde promover estudios de investigación desagregada por género, hasta acciones en relación con la atención, como asegurar un acceso equitativo a los servicios de Salud, programas específicos con intervenciones dirigidas específicamente a las necesidades de las mujeres, salud sexual, menopausia…”, va desgranando. Y destaca que es vital fomentar la autonomía y el empoderamiento de las mujeres para que puedan tomar decisiones informadas sobre su salud y la prevención del VIH.

Mayor vulnerabilidad al VIH

“Desde el punto de vista fisiológico, las mujeres tienen una mayor susceptibilidad a la transmisión del VIH a través de un coito no protegido, ya que la mucosa vaginal presenta más fragilidad y el semen tiene mayor capacidad infectiva que los fluidos vaginales”, explica Crusells. Por otra parte, las normas de género y los roles sociales pueden limitar la capacidad de las mujeres para negociar el uso de preservativos y protegerse, lo que aumenta su vulnerabilidad, por ejemplo, en contextos de violencia de género, prostitución y población inmigrante.

“Otra diferencia se encuentra en el acceso a la atención médica en determinados contextos de bajos recursos o circunstancias sociales complicadas, o el rol de las mujeres como responsables del cuidado familiar, lo que puede afectar su propia salud y su capacidad para adherirse al tratamiento”, continúa la especialista. La especialista en Medicina Interna del Clínico zaragozano afirma que el ciclo vital de la mujer también marca diferencias muy concretas: “En la etapa fértil resulta fundamental el consejo preconcepcional. Durante la gestación se requiere un enfoque especial para prevenir la transmisión vertical del VIH. Y no podemos olvidar la fase perimenopaúsica, en la que una importante variedad de síntomas puede afectar de forma importante a la calidad de vida de la mujer. A pesar de ello, no se aborda lo suficiente; bien porque la mujer no relaciona sus síntomas con la menopausia o porque le incomoda hablar de este tema, así que o no se aborda el tema con el médico o no se sabe reconocer síntomas”. 

“El miedo a sufrir un rechazo de su entorno y de la sociedad en general, el juicio social por la vinculación sexual de la infección o el desconocimiento”

Cándida Álvarez

Fundadora, presidenta y coordinadora de la Asociación Gallega de Afectados por el VIH/Sida

En este sentido, una de las primeras preguntas que hacen estas pacientes en cuanto conocen el diagnóstico es si van a poder tener hijos ,“y si van a estar sanos”, afirma Cándida. La maternidad es una preocupación recurrente para muchas mujeres que viven con VIH por ello “es fundamental el consejo preconcepcional que ofrece la oportunidad de reducir el riesgo de embarazo no deseado, de transmisión sexual y perinatal del VIH, de pérdida fetal, de parto pretérmino, de bajo peso al nacimiento y otros riesgos perinatales, y puede optimizar el conocimiento de la propia infección por parte de la paciente antes de concebir.”

“Una de las mayores preocupaciones es el riesgo de transmisión del VIH al bebé durante el embarazo, el parto o la lactancia. Las mujeres pueden angustiarse por la posibilidad de infectar a su hijo. Es fundamental explicar adecuadamente el concepto indetectable=intransmisible de cara a la gestación”, insiste Crusells.

En el caso de las mujeres trans, el problema se agudiza: aumentan todavía más la discriminación y el estigma, así como el riesgo de sufrir violencia física, sexual y psicológica. Crusells añade que “las mujeres migrantes son más propensas a sufrir violencia de género y explotación sexual, lo que aumenta su riesgo de infección”.

Este abordaje precisa de una colaboración multisectorial y de trabajo conjunto con organizaciones comunitarias y agencias gubernamentales para crear un enfoque integral que aborde las diversas necesidades de las mujeres migrantes.

Diagnóstico tardío

En España, en 2022, se diagnosticaron 421 casos de transmisión de VIH en mujeres, el 14,3% del total de nuevos diagnósticos, según las últimas cifras oficiales. De ellos, el 72,5% adquirió la infección a través de relaciones heterosexuales no protegidas. La media de edad en el diagnóstico de hombres es de 36 años, frente a 39 años en mujeres. Y, aunque la proporción de mujeres que vive con VIH en nuestro país es inferior a la de los hombres, aquellas soportan los diagnósticos más tardíos: 54,2% frente al 47,6% en hombres. Una diferencia estadísticamente significativa. 

“Las mujeres se diagnostican más tarde porque les cuesta hacerse la prueba. Influyen cuestiones culturales, el miedo a tener un diagnóstico y sufrir un rechazo de su entorno y de la sociedad en general, el juicio social por la vinculación sexual de la infección o el desconocimiento”, afirma Cándida Álvarez.

“Sí, el estigma es uno de los factores clave”, confirma Crusells. El miedo al estigma asociado con el VIH puede hacer que las personas eviten hacerse pruebas o buscar atención médica. Esto es especialmente cierto en comunidades donde hay un fuerte estigma social. “El estigma asociado con el VIH y las infecciones de transmisión sexual es particularmente fuerte para las mujeres. En muchas culturas, las mujeres que buscan hacerse pruebas de VIH pueden enfrentarse a juicios morales, discriminación o violencia, lo que las disuade de acudir a los servicios de salud”, asegura.

La desinformación, la subestimación del riesgo de infección, particularmente en mujeres heterosexuales, el desconocimiento de que sus parejas pueden estar en riesgo o han sido diagnosticadas, la dependencia económica o social de sus parejas, que les impide buscar atención, los roles sociales… “En resumen, el diagnóstico tardío del VIH en mujeres es resultado de una combinación de factores estructurales, sociales, culturales y de género. Abordar estos factores es fundamental para mejorar el diagnóstico temprano del VIH y, en consecuencia, los resultados de salud para las personas afectadas”, concluye Crusells.

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