Se cumple ahora (febrero de 2022) dos años de la invasión rusa de Ucrania. Este hecho obligó a muchas personas a salir del país en busca de seguridad, protección y asistencia. Polonia se ha convertido desde entonces en el principal país de acogida para los refugiados ucranianos: les brinda un apoyo que incluye la atención médica.
Pero esta situación también ha provocado un rápido aumento de quienes viven con VIH en el país: desde el comienzo de la guerra, 2.959 refugiados, incluidos 99 niños, han entrado en el sistema para ser atendidos por causa del virus y el número total de casos tratados ha subido un 15%.
Este aumento plantea a Polonia todo un desafío: brindar tratamiento antirretroviral y atención de alta calidad a las personas con VIH. Pero no sólo eso. La migración desde Ucrania influye en las características de la epidemia de VIH en Europa, con un aumento en la proporción de mujeres y pacientes coinfectados con hepatitis C, por ejemplo.
Aún hay otro aspecto más que podría tener impacto en Europa: a finales de 2020, 309.971 personas estaban diagnosticadas con VIH, en Ucrania. La segunda incidencia más alta en Europa, sólo superada por Rusia. En prácticamente todas las regiones de la antigua Unión Soviética, incluida Ucrania, el linaje A6 representa la variante dominante del VIH tipo 1, mientras que, en Europa occidental y central la dominante es el subtipo B. Desde 2008, numerosas introducciones de la variante A6 del VIH-1 desde Ucrania alimentaron la epidemia polaca de VIH-1 de esta variante. La frecuencia de los eventos migratorios de Ucrania a Polonia durante los últimos veinte años revela que la incidencia alcanzó su punto máximo en julio de 2013. La llegada de migrantes ucranianos ha provocado, así, un aumento de la epidemia de tipo A6; pero, de igual manera, la variante ha aumentado también en países limítrofes como Alemania. Es importante destacar que la variante A6 ahora se considera un factor de riesgo de avance virológico.
El doctor polaco Miłosz Parczewski ha presentado recientemente un estudio que explica la experiencia polaca en la atención clínica del VIH a refugiados de Ucrania. “Era necesario afrontar los desafíos relacionados con las barreras del idioma, los cambios en las rutas de adquisición del virus y la variabilidad de subtipos, un mayor número de nuevos diagnósticos y la necesidad de modificar el tratamiento”, afirma. Estos desafíos son de enorme importancia desde la perspectiva de la atención médica y las respuestas de salud pública. Con el agravamiento de la crisis humanitaria en Ucrania y la esperada migración paneuropea de refugiados, es posible que estos desafíos deban abordarse globalmente para facilitar una respuesta conjunta.
El estudio de Parczewski concluye que existe una necesidad urgente de incluir a las personas desplazadas por la guerra en los programas nacionales de prevención y tratamiento del VIH para tratar de contener y reducir una mayor propagación de las redes de transmisión, en especial de variantes que no están instaladas en Europa Occidental.
