Hacer ejercicio tiene muchos beneficios físicos y psíquicos. La actividad física no puede luchar o controlar el VIH, pero sí te va a hacer sentirte mejor y tener una calidad de vida más alta.
El ejercicio aeróbico es esencial para mejorar tu salud cardiovascular. Así pues, camina, corre, nada o andar en bici. El entrenamiento de fuerza contribuye, por su parte, a mejorar tu masa muscular y la fortaleza de tus huesos. Los dos son muy importantes si tienes VIH. No olvides que el virus tiende a debilitar tanto tus músculos como tus huesos.
El ejercicio moderado y regular mejora la calidad del sueño, libera endorfinas que ayudan a combatir la ansiedad o la depresión, estimula el cerebro y potencia la memoria, reduce el riesgo de enfermedad cardíaca, favorece la flexibilidad y la fuerza, y permite controlar tu peso.
Lo ideal es que todos los días puedas realizar algún tipo de actividad física. Te proponemos tres opciones:
• 150 minutos (dos horas y media) semanales de actividad aeróbica moderada. Por ejemplo, camina rápido o usa la bicicleta. Puedes repartir ese tiempo en 30 minutos cinco días de siete. Y dos días por semana haz ejercicios de fuerza: pierna, cadera, espalda, abdomen, pecho, hombros y brazos.
• 75 minutos de actividad aeróbica intensa: corre o juega un partido de tenis a la semana. Y dos días por semana haz ejercicios de fuerza: pierna, cadera, espalda, abdomen, pecho, hombros y brazos.
• Mezcla actividades moderadas e intensas. Por ejemplo, dos sesiones de 30 minutos corriendo y 30 minutos de caminata ligera. Un minuto de actividad intensa da los mismos beneficios que dos minutos de actividad moderada.
Referencias y Bibliografía